*Por Marcelo Gullo

No cabe duda alguna de que gran parte del destino de la Argentina, de los países de Nuestra América y de la suerte de los trabajadores de la Patria Grande, desde el Río Grande a la Tierra del Fuego, depende de la realización de un correcto análisis del escenario internacional pero, conviene recordar -como afirmaba Mao Tse Tung- que, en el diagnóstico estratégico, lo esencial es “descubrir la dirección de los acontecimientos”. Es, en ese sentido, que importa precisar correctamente tanto la situación actual como las tendencias del sistema para arribar luego a una propuesta de acción lo más acertada posible. Importa entonces precisar cuáles son, a nuestro entender, las seis grandes tendencias del sistema internacional.

La dirección de los acontecimientos

1) Hacia una cohegemonía china-norteamericana.
China se ha convertido en el primer productor mundial de bienes manufacturados, tras dejar atrás a EE.UU. y Alemania. Treinta años de crecimiento a la tasa más alta -9,9% promedio anual- y durante el período más prolongado de la historia desde la Revolución Industrial (1780-1840); han coloca a China en el primer plano de la política mundial. Sin embargo, la relación que China buscará tener – en el corto y mediano plazo- con los Estados Unidos será de colaboración y no de enfrentamiento. El sistema solo se encaminaría hacia una “nueva guerra fría” en el caso de que los Estados Unidos se empeñaran en construir una Pax Americana, es decir un mundo unipolar comandado en lo esencial solo por los Estados Unidos y, en su exclusivo beneficio. China es el principal acreedor externo de EE.UU., y el segundo interno, después de la Reserva Federal. Es por esta razón que no hay país en el mundo, en el corto y mediano plazo, más interesado en el éxito económico de EE.UU. que la República Popular China. Sin embargo, en el largo plazo (entendido este en términos orientales) China apuesta y trabaja para el deterioro estructural del poder norteamericano. Muy probablemente en el mediano plazo el sistema internacional se encaminará a la constitución de una cohegemonía china norteamericana cooperativa entre los dos polos y, muy probablemente, altamente agresiva militar pero, sobre todo económicamente, hacia la periferia. China aspira a ser “la fabrica del mundo” y solo concibe a los países periféricos de África y América Latina como simples proveedores de materias primas.

2) Hacia una crisis regional del capitalismo y no una crisis general del sistema capitalista.
La denominada vulgarmente crisis general del capitalismo es, en realidad, una crisis regional. Europa y Japón retroceden, y se orientan hacia un destino de irrelevancia estratégica porque el centro dinámico del capitalismo se ha desplazado al Asia. No hay crisis del capitalismo en Asia. Los países asiáticos son el centro de gravedad del comercio internacional; y más de 40% del comercio regional es intra-asiático, con eje en China, convertida en el núcleo de una gigantesca red transnacional de producción (80%, industria manufacturera), en la que se ensamblan los bienes intermedios exportados por los países industriales del continente asiático. En el 2020, más de 55% del comercio mundial, se originaría en 3 grandes triángulos de intercambio con epicentro en China continental: resto de Asia, Medio Oriente /África y América Latina, en especial Brasil. China es hoy el principal socio comercial de 144 países en el mundo.
3) Hacia la conversión de China en un Estado dominante.
China se ha convertido en una potencia capitalista (habiendo elaborado su propia forma de capitalismo, un “capitalismo chino”), en un estado subordinante. Al incorporarse la República Popular China en el año 2001 a la OMC (Organización Mundial del Comercio) se integró plenamente a la estructura hegemónica del poder mundial y, asumiendo como propias las instituciones del capitalismo globalizado, se convirtió en un país central, es decir en un estado subordinante o hegemónico. En los próximos 10 años China basará su crecimiento sobre la base de la demanda doméstica entonces, China se convertirá en el eje del consumo global. En el 2020, China absorberá 25% del consumo mundial y en el 2030 absorberá el 40% del consumo mundial.
4) Hacia una crisis ecológica sin precedentes.
El consumo chino se incrementaría 6 veces hasta 2027 (US$ 10 billones por año) y la clase media ascendería a 575 millones de personas en 2020, el doble que la población estadounidense. La consecuencia directa de esto sumada a la resistencia norteamericana de tomar medidas preventivas en su territorio para evitar la contaminación provocará un fenomenal aumento de la emisión de dióxido de carbono (CO2). En el 2013 la emisión de CO2 alcanzó un récord histórico: 400 partes sobre 1 millón por día. Serían 800 partes en 2090, con un aumento de 2°/3° centígrados en la temperatura del planeta y una elevación del nivel del mar de 1 metro. La modernidad capitalista liberal es un programa de dominación, primero de la naturaleza y luego del hombre, y trata a los dos como objetos. Los problemas del cambio climático no tienen respuestas dentro de la lógica del capitalismo. La solución del problema del cambio climático reclama el surgimiento de una nueva civilización, fundada en valores y actitudes distintos a los de la modernidad y de los de la llamada postmodernidad que ha difundido por el mundo el progresismo y el relativismo moral.
5) Hacia una crisis de suministros en materia de minerales estratégicos
La acelerada industrialización de los países asiáticos, principalmente de China y la India y la incorporación paulatina de sus inmensas poblaciones como consumidores, hace que surja una cuestión de extrema gravedad: la falta de disponibilidad, en proporción correspondiente, o hasta en términos absolutos, de diversos minerales escasos indispensables para el proceso industrial, tales como el petróleo, aceite natural, uranio, molibdeno, tungsteno, cobalto, cobre, plomo, zinc, que estarán poco disponibles a partir de 2075. En este estado de cosas o se logra una amplia y profunda reorganización de la civilización industrial –que no se está haciendo, y tampoco se está pensando seriamente en hacer- o el mundo se enfrentará en el último tercio de este siglo, a una gigantesca crisis industrial. Los pueblos de la América del Sur pueden tener la esperanza – de ser los ricos del futuro pero, si sus esperanzas están en sus reservas, la historia prueba que, cuando los grandes y fuertes han necesitado de ellas, las han ido a tomar por las buenas o por las malas.

6) Hacia una especialización excluyente
Transformada Asía en general y China en particular en la “gran fábrica del mundo” se convertirá, también – como ya ocurre, en cierto modo, en la actualidad – en una “gigantesca aspiradora de materias primas”, provocando, en consecuencia, una elevación sustancial de los precios internacionales de las mismas. Este hecho, que ya favorece a las economías primarias suramericanas, tenderá a hacerse mucho más notorio. Tenderá a producirse, entonces, una nueva “era de oro” para la exportación de productos primarios. Una era en la cual, quizás, ya hayamos ingresado. El aspecto negativo de ese fenómeno en principio positivo es que, “justificará” en -Argentina en particular y en América Latina en general a excepción de Brasil– la posición de aquellas oligarquías locales que consideran “innecesario” y hasta “forzado” el esquema de un desarrollo industrial y tecnológico autónomo. En el Brasil no hay duda alguna, en su elite de conducción, de que Brasil debe ser una potencia industrial y tecnológica. La sobreabundancia de bienes manufacturados en el mercado global, de la cual la escala de producción a la que puede llegar China será, en gran medida, responsable, tenderá a hacer que el costo de cualquier producto industrial fabricado lejos de nuestra región, sea infinitamente inferior al costo de cualquier producto industrial fabricado en Argentina. A la oferta desmesurada, habrá que sumar el “efecto destructor” de los posibles excedentes de producción industrial globales. Dada la enorme escala de producción a la que puede llegar la economía china – y también la hindú- entre los años 2020 y 2030, es altamente probable que estas economías generen enormes excedentes de producción tales que, volcados indiscriminadamente al mercado internacional se venderían a precios despreciables, aún por debajo de sus costos, pues más le valdrá a estas economías nuevas, “malvender” sus producidos antes que “detener” sus crecimientos.

La primera medida básica de una propuesta de acción realista.
Si el escenario para Argentina fuera el del marco de una economía totalmente abierta, los excedentes de producción industrial de las partes más diversas del orbe -producidos natural o artificialmente- serían volcados al mercado argentino – entre otros- y terminarían destruyendo el parque industrial argentino sobreviviente al colapso de la convertibilidad y, por esa vía, lanzando al desempleo, a enormes contingentes de población
El interés nacional marca, entonces, la necesidad de una política pro-industrial y pro-tecnológica activa que deberá ser extremadamente selectiva para que pueda ser admitida por China y las “estructuras hegemónicas de poder internacional”. A través de un “proteccionismo selectivo”, (no se trata de llevar adelante la idea de autarquía como se intentó desde 1943 a 1955) se debe determinar los sectores productivos a salvaguardar y crear (la apuesta fundamental deberá hacerse en los sectores ligados a la industria satelital, la biotecnología y a la energía nuclear) para mantener tanto un margen mínimo de autonomía como una estructura industrial y tecnológica acorde con la sustentación y aspiraciones nuestra población.

* Marcelo Gullo en 1981, comenzó su militancia política contra la dictadura militar que, desde 1976 había usurpado el poder. Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, Magister en Relaciones Internacionales, especialización en Historia y Política Internacional, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de la Universidad de Ginebra. Discípulo del politólogo brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré, ha publicado numerosos artículos y libros, entre ellos Argentina Brasil: La gran oportunidad (prólogo de Helio Jaguaribe y epílogo de Alberto Methol Ferré) y La Insubordinación Fundante: Breve historia de la construcción del poder de las naciones (prólogo de Helio Jaguaribe). Este libro fue traducido al italiano y publicado en el 2010, en Firenze por la editorial Vallecchi, con el título: “La costruzione del Potere”. Asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC) . Profesor de la Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra y de Universidad Nacional de Lanús. Prosecretario del Instituto de Revisionismo Histórico Nacional e Iberoamericano Manuel Dorrego