Fuente: La Razón. Tarija / Wálter Navia Romero 02:32 / 17 de agosto de 2013
Según el censo de 2012, Bolivia ya no es un país de mayoría indígena, pues el 58% de la población declaró que no pertenecía a ninguna etnia indígena. Se puede fácilmente deducir que más del 90% de este 58% es hablante del castellano. Esta constatación no denota simplemente un dato lingüístico, sino que ostenta un hecho de fundamental importancia para descubrir cómo está conformado el Estado pluricultural boliviano. ¿Cuál es la importancia del lenguaje para delimitar las diferencia culturales? ¿Hasta qué punto este deslinde es definitorio?
Nosotros, como seres humanos, nacemos a una lengua, más exactamente, al dialecto de una lengua. Por ejemplo, el neonato paceño nace al dialecto del castellano ch’ukuta; el cruceño, al dialecto camba cruceño. En ese dialecto nos hicimos seres humanos. Si no se nace a una lengua, no acontece el proceso de hominización. ¿Se reduce el proceso de hominización a la adquisición de una lengua? De ninguna manera. Se trata más bien de la adquisición de todas las formas de lenguaje de una comunidad cultural. De este modo, internalizamos las formas de conducta, las valoraciones, las formas de relaciones humanas, la comprensión de las tradiciones y del imaginario de una comunidad, y configuramos nuestra visión personal de mundo. Al estar inmersos en el mundo de lenguaje de una comunidad, internalizamos la particular cosmovisión de la cultura en la que nos tocó nacer. Lenguaje y cultura están inextricablemente imbricados. El deslinde cultural está íntimamente relacionado con la diferenciación del uso de la lengua y de las formas de lenguaje de una comunicad cultural. Y un complemento esencial: no hay cultura superior a la otra.
Bolivia está transitando, desde finales del siglo pasado, por una de las épocas fundacionales de su historia: el reconocimiento de la interculturalidad de nuestro país. Por primera vez se reconoce que todas las culturas que radican en nuestro territorio son iguales y tienen los mismos derechos. Ninguna cultura debe ser impuesta como superior, todas son iguales ante la ley. En la Bolivia actual, todas las lenguas y, por ende, las comunidades culturales, son iguales.
¿Qué acontece con los que nacimos a uno de los dialectos del castellano que se habla en Bolivia? Nosotros, los castellano-hablantes de Bolivia, nacimos a una lengua perteneciente a la cultura occidental. Ese es un hecho insoslayable que se debe reconocer de una vez en la Bolivia multicultural. No se trata ya de un problema racial o local, sino de la ratificación de la diversidad cultural del pueblo boliviano.
Una puntualización necesaria. Hablo de cultura occidental desde un punto de vista no político, sino histórico. Desde sus inicios greco-judeos hasta el presente, la cultura occidental (también la cultura aymara o quechua) ha transitado por muchos estadios, que la fueron transformando hasta lo que es actualmente: una cultura no homogénea, sino enriquecida con el aporte de múltiples culturas. La cultura occidental actual es el conjunto de diversas visiones culturales regionales, entre otras, las latinoamericanas y, en nuestro caso, la occidental mestiza de Bolivia. Carlos Mesa desarrolla en La sirena y el charango la tesis del mestizaje profundo de la Bolivia actual. Es a este mundo occidental mestizo al que pertenecemos los castellano-hablantes de Bolivia. Esta es nuestra identidad cultural, más allá de las mezclas étnicas, y, desde ella, tenemos la oportunidad y la obligación ética de participar en la construcción de una Bolivia nueva, no la de Alcides Arguedas ni la de García Linera. Es una oportunidad excepcional: inventar una interculturalidad contemporánea, insertándonos en el proceso histórico actual, sin eslóganes ni estereotipos.