Por Marcelo Gullo

Durante años el FMI, los Estados Unidos y, los países miembros de la Unión Europea aconsejaron y exigieron a la Argentina que realizara un política de apertura total de su economía y que efectuara todo tipo de ajustes económicos para que pudiera cumplir con el pago de los intereses que generaba su abultada deuda externa. Deuda que originariamente había sido contraída, principalmente, por la dictadura militar que gobernó la Argentina desde el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 hasta el retorno a la democracia, el 10 de diciembre de 1983. Dichas políticas liberales ortodoxas de ajuste – es decir de recortes del gasto público en pensiones, salud, educación, defensa y, de reducción de salarios y aumento de impuestos – que recaían principalmente sobre las clases media y baja – condujeron, desde la recuperación de la democracia, a la aplicación de nuevos y sucesivos ajustes y, al incremento de la deuda externa hasta que la economía argentina colapsó completamente en diciembre del 2001.

Hoy, los estados miembro de la Unión Europea pero, en particular, Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (los denominados despectivamente por la prensa anglosajona como “PIIGS”), están aplicando la misma política de ajuste que, en su momento, “sugirieron” a la Argentina y que llevaron a ésta, a la crisis más terrible de su historia.

¿Cómo se explica que la elite política de Europa aplique a sus propios pueblos recetas económicas que otrora, sugiriese a la Argentina como parte de una política de subordinación económica-cultural y de saqueo con el solo fin de que ésta cumpliera con los pagos que generaba su abultada deuda externa y favoreciera, en materia económica, los intereses de Europa? ¿Cómo se explica esta paradoja? ¿Cómo se explica que estos países marchen sumisamente al abismo?

Responder estos interrogantes implica necesariamente reflexionar sobre las causas de la crisis que atraviesa la Unión Europea y desentrañar dichas causas, es fundamental para la comprensión de las claves del fracaso y el éxito de las naciones en el devenir de la historia pero, sobre todo dilucidar las causas de la crisis es una cuestión fundamental – principalmente para los países que conforman la América del Sur – a fin de evitar cometer los mismo errores que ha cometido Europa en su proceso de integración.

Premisas e hipótesis

Importa, para esclarecer la cuestión de las causas de la crisis que atraviesa Europa, dejar planteadas, “ab initio”, dos premisas básicas:

1) Que la crisis que está atravesando la Unión Europea en general y , Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, en particular, no es, simplemente el fruto directo de la crisis financiera internacional. Europa sufre una crisis específica. La crisis europea no puede catalogarse simplemente como una crisis de contagio de lo que pasó en Estados Unidos.

2) Que a semejanza de los Estados Unidos, la Unión Europea – Alemania es una excepción que confirma la regla – sufre un paulatino proceso de desindustrialización dada la emigración de firmas europeas al Asia para lucrar con salarios más reducidos, hecho este que ha provocado que la teoría del libre comercio que, tradicionalmente fuera funcional a los intereses de la mayoría de los países de Europa, se vuelva, ahora, como un boomerang contra del Viejo Continente.

Establecidas estas dos premisas básicas estamos en condiciones de plantear como hipótesis explicativas de la crisis que vive la Unión Europea en general y Grecia, Portugal, Italia, España e Irlanda en particular que:

1) Todos los Estados de la Unión Europea están, en mayor o menor medida, subordinados al capital financiero-especulativo internacional que ha logrado, incluso, imponer a sus “empleados” como jefes de gobierno en Grecia e Italia.

2) Tanto Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, sufren una doble subordinación porque, además de estar subordinados al capital financiero-especulativo internacional, están subordinados a la potencia hegemónica de Europa, es decir, a Alemania. Ésta, es una realidad que la mayoría de los políticos, periodistas e intelectuales de Europa, no quiere reconocer.

La emergencia del capital financiero especulativo como actor central dentro de la estructura hegemónica de poder mundial

 

Siguiendo al extinto economista argentino Pedro Paz, en su brillante ensayo titulado “Las raíces de la crisis económica internacional”[1], es que afirmamos que, la emergencia del capital financiero especulativo internacional como actor central en el seno de la estructura hegemónica del poder mundial, comenzó a producirse durante la crisis económica internacional de la década del ´70. Consecuencia de esa crisis fue el vertiginoso endeudamiento del Tercer Mundo y, como contrapartida del mismo, la extraordinaria expansión del nivel de operaciones de la banca privada internacional. Así, el aparente desorden y caos monetario que acompañó a aquella crisis fue, al mismo tiempo, un nuevo orden en que la banca privada internacional logró la más alta expansión de su historia y un vertiginoso crecimiento de sus utilidades.[2]

En esas circunstancias, a medida que se acentuaba la crisis económica y financiera, las operaciones de la banca privada internacional quedaron fuera del control de las autoridades monetarias de los países de Europa occidental, de Japón y de los Estados Unidos de Norteamérica, y hasta del propio Fondo Monetario Internacional. Así, la quiebra del orden monetario condujo, por lógica consecuencia, a la privatización del manejo de los tipos de cambio y a que, como consecuencia de esta nueva realidad, las autoridades monetarias de los países y, las autoridades del Fondo, perdieran el control sobre los movimientos de capitales a nivel internacional.

Paulatinamente la gran banca privada internacional comenzó a participar como protagonista principal en la especulación cambiaria entre las principales monedas, al mismo tiempo que se convertía en el medio más importante del reciclaje de los petrodólares que fueron destinados, principalmente, al otorgamiento de créditos, para los países del Tercer Mundo.[3]

De esta forma, la banca privada internacional asume un nuevo papel en el movimiento del capital a nivel internacional. En ese marco, afirma Pedro Paz: “La situación recesiva del decenio de 1970 sustrae capital del proceso de acumulación (esfera de producción) y canaliza excedentes a la esfera financiera como capital de préstamo para estimular la demanda internacional y garantizar el proceso de ‘realización’ a nivel mundial. El capital-dinero institucional se privatiza y se transforma en capital-dinero crediticio para completar el ciclo del capital en la esfera de la circulación a nivel internacional. La recesión coloca freno a la acumulación, no así a la centralización que se canaliza cada vez más a través de la acción del capital financiero. En esta situación el capital-dinero se desplaza a la esfera especulativa como una forma necesaria de revalorización y centralización del capital. Los monopolios bancarios manejan un monto considerable de capital-dinero producto de la creación de dinero internacional que ellos mismo realizan, producto de la administración financiero-especulativa de los activos líquidos de las empresas transnacionales, producto del reciclaje de los petrodólares y producto de la venta de oro y divisas en el marco de la flotación…Así, en este proceso el capital-dinero operando bajo la forma de créditos y actividades especulativas ‘revaloriza’ el capital y da un nuevo impulso al proceso de concentración y centralización del capital”. [4]

En esa situación de crisis que atravesó la economía internacional en la década del ´70, Pedro Paz va a destacar, agudamente, que el sector financiero, y especialmente la banca, no era una esfera en el proceso económico subordinado a la esfera de la producción, sino que adquiere su propia autonomía y dinámica, y “en ciertas etapas tiende a supeditar al propio proceso de producción”.[5] Es, entonces, en esa situación de crisis que el sector financiero adquiere una mayor autonomía aun y se transforma en “ámbito privilegiado para que los capitales que no se pueden ubicar en la producción, encuentren colocación en el ámbito de la especulación”.[6]

De esta forma, precisa Pedro Paz, el sector financiero logró la supeditación de otras fracciones o sectores del capital, y una mayor gravitación al interior del aparato del Estado. Así – concluye Pedro Paz- la crisis de la década del ´70 constituyó, para el sector financiero internacional tanto el escenario de su expansión como el del aumento de su poder.

 

 

La traición de la elite política y el triunfo del capital financiero

Finalizada la segunda guerra mundial, la necesidad de la reconstrucción, el temor a una posible revolución socialista y, la presencia siempre amenazante de la Unión soviética -que ejercía una influencia enorme en el movimiento obrero europeo- llevó, en casi todos los países de Europa occidental, a la constitución de una alianza entre las elites política, las burguesías industriales nacionales y el mundo del trabajo. En el seno de esa alianza la elite política se comportaba como una especie de componedor de intereses entre las organizaciones sindicales y las burguesías industriales nacionales dispuestas – principalmente por temor a una posible revolución socialista – a aceptar las reivindicaciones sociales que, durante años, habían planteado los trabajadores.

El pensamiento socialcristiano y el pensamiento socialdemócrata constituyeron el soporte ideológico de esa coalición de intereses.

Importa precisar que, partiendo de la Doctrina Social de la Iglesia y del pensamiento social cristiano, la elite política de la Europa del norte intentó, incluso, la construcción de un capitalismo sustancialmente distinto al capitalismo norteamericano cuyo resultado más exitoso fue el llamado “capitalismo renano”.[7] Capitalismo al que el complejo financiero internacional y los hombres del pensamiento liberal-monetarista, consideraban algo así como un socialismo disfrazado o camuflado, que debía ser destruido. [8]

Esta alianza – entre la elite política, las burguesías industriales nacionales y el mundo del trabajo – dio origen a los 30 años gloriosos de Europa y a que, la clase trabajadora, lograra imponer conquistas sociales jamás alcanzadas por los trabajadores en ninguna parte del mundo. Sin embargo, ese paraíso comenzó a diluirse, paulatinamente, en la Europa continental, luego de la caída del Muro de Berlín y del comienzo del proceso de “deslocalización”, es decir, del traslado de las firmas europeas, a los países asiáticos.

Por un lado, con la disolución de la Unión Soviética, desapareció el temor a la revolución socialista y, por el otro, la posibilidad de poder producir en Asia con salarios insignificantes comenzó a convertir a la inmensa mayoría de los trabajadores industriales – salvo los ligados a la producción relacionada con la tecnología de punta – en personajes casi innecesarios. Todo este proceso trajo, como lógica consecuencia, la pérdida de poder político de la clase trabajadora y de sus organizaciones representativas. El acelerado proceso de deslocalización y la consecuente pérdida de poder político de la clase trabajadora, fue rápidamente percibido por la elite política que se dispuso, rápidamente, al cambio de alianza.

En esos momentos, la mayoría de la clase política europea, adoptando disimulada o desembozadamente, como ideología política, el neoliberalismo, comenzó a romper su alianza tradicional con las burguesías industriales – que no habían podido o querido “deslocalizar” su producción – y con el mundo del trabajo para, progresivamente, comenzar a aliarse con las empresas transnacionales y el capital financiero-especulativo internacional, hasta convertirse, en nuestros días, prácticamente, en la expresión del mismo.

La fragua definitiva de esta nueva “alianza” es la que terminó consagrando al capital financiero-especulativo internacional como el predominante dentro poder del estado, al punto tal que éste, estuvo, primero en condiciones de cooptar a la clase política para ponerla a su servicio y, luego, directamente, en condiciones de imponer a sus propios empleados, en el comando de los estados de la Unión Europea, como ya aconteció, en Grecia, Italia y España.[9]

Cuando esto aconteció, la prensa mundial tituló eufemísticamente: “Por la crisis, el mercado llega al poder político”. El primer caso en que el capital financiero internacional llegó al poder político, se produjo el 10 de noviembre del 2011 cuando Lucas Papademos fue nombrado primer ministro del gobierno griego luego del virtual “golpe de estado” producido por los “mercados” contra Giorgius Papandreou. El profesor de Harvard Lucas Papademos lucía, a los ojos del poder financiero, como uno de sus mayores antecedentes, el de haber participado en la falsificación de las cuentas griegas. “Lucas Papademos justamente fue gobernador del Banco Central griego, participando en la operación de falsificación de las cuentas de Grecia, bajo la asesoría de Goldman Sachs”.[10] Conviene en este caso recordar que, “a partir del 2002, el gobierno griego ocultó miles se millones de euros en deuda pública a las autoridades supervisoras de Bruselas a través de complejos mecanismos financieros (currency swaps), con la ayuda del banco estadounidense”. [11]

El siguiente caso de la llegada del “mercado” al poder político, se dio cuando el economista Mario Monti sucedió, el 16 de noviembre del 2011, a Silvio Berlusconi, luego del también virtual “golpe de estado” orquestado contra el “cavalieri” por los “mercados” y, la “todopoderosa” ministra alemana Ángela Merkel. Mario Monti, fue “asesor internacional de Goldman Sachs desde el 2005 hasta su nombramiento al frente del gobierno italiano. Desde su lugar en Goldman Sachs, Monti se dedicó a ‘abrir puertas’ y su tarea consistía en acceder al interior del poder europeo para defender los intereses de Goldman Sachs. Otro hombre de Goldman Sachs, hoy enquistado en lo profundo del poder del Viejo Continente es el italiano Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, desde el 1 de noviembre del 2011. Draghi fue vicepresidente de Goldman Sachs International para Europa entre 2002 y 2006. Fue ‘asociado’ y encargado de las ‘empresas y países soberanos’, el departamento que poco antes de su llegada ayudó a Grecia a maquillar sus cuentas gracias al producto financiero ‘swap’ sobre la deuda soberana. Desde el 16 de enero de 2006 hasta el 31 de octubre de 2011, ocupó el cargo de gobernador del Banco de Italia”. [12]

En España el triunfo del Partido Popular, en noviembre del 2011, encumbró a Mariano Rajoy – alumno modelo del capital financiero internacional y de su modelo económico- como inquilino de la Moncloa.[13] El nuevo presidente procedió, entonces, a designar como ministro de Economía -para que no pudiera haber la más mínima duda de quién gobernaría España-   a Luis de Guindos, quien fue ejecutivo del banco de inversiones Lehman Brothers , institución que se declaró en bancarrota en 2008, dando comienzo a actual la crisis bursátil. [14]

 

A la luz de estos datos, quizás, hubiera sido más apropiado que los grandes diarios en vez de titular “Por la crisis, el mercado llega al poder político”, hubiesen titulado “Por la crisis, los lobos llegan al corral, para cuidar a las ovejas”.

Importa precisar que, dentro de la estructurar hegemónica del poder mundial, a partir de la crisis económica desatada en 1973 por el abrupto incremento de los precios del petróleo, el capital financiero-especulativo internacional fue desplazando al capital productivo, del liderazgo de la estructura hegemónica del poder mundial. Desde la década de 1970, el capital financiero-especulativo internacional fue tomando cada vez mayor importancia hasta convertirse, en nuestros días, en el núcleo central de la estructura hegemónica a punto tal de estar en condiciones de poner a su servicio, no ya a los estados periféricos como antaño sino, a los propios estados centrales que constituían antes, el núcleo de la estructura hegemónica mundial.

Esa situación – de que los gobiernos de las principales potencias del mundo, a excepción del de la República Popular China, estén al servicio del capital financiero-especulativo internacional – fue reconocida y explicitada coloquialmente hasta por los mismos representantes del pensamiento ultraliberal como el ensayista Álvaro Vargas Llosa quien, en su columna del diario “El Mundo”, escribió en septiembre de 2011:

“Y sí, Goldman Sachs gobierna el mundo. Un libro reciente de William Cohan lleva ese mismo título.  Goldman Sachs quiere decir Wall Street y Wall Street, a diferencia de otras industrias, será siempre rescatado. Por eso, aunque Goldman no manda, los que mandan lo hacen en beneficio suyo. Los gigantes de Wall Street no estarían hoy en funciones si el gobierno (estadounidense) no los hubiera rescatado. Estarían quebrados, como Lehman Brothers, el único al que se permitió caer para no dejar caer a los otros. Goldman- y podría estar hablando de otros bancos de inversión- tiene un modelo de negocio altamente tóxicoporque cuenta con la garantía protectora del gobierno (norteamericano). El año del estallido de la crisis, 2007, tuvo ingresos brutos de 87 mil millones de dólares. Repartió en pagos astronómicos a sus empleados y ejecutivos más de la tercera parte de ese dinero; en cambio, a sus accionistas, muchos miles de personas que son dueñas de esas acciones en la Bolsa, les repartió en dividendos treinta veces menos. ¿A usted le gustaría ser accionista de una empresa que gestionaran tres amigos suyos y saber que sus amigos reparten casi cuatro de cada diez euros que ingresan en bonificaciones e incentivos para ellos mismos, mientras que a usted, accionista, le dan 13 miserables céntimos?

Cuando Goldman tiene deudas malas, como sucedió precisamente el año de la crisis (un agujero de 68 mil millones de dólares), sus libros nunca arrojan pérdidas  porque goza de un acceso privilegiado al crédito, directa o indirectamente proveniente del gobierno (norteamericano), lo que le permite disimular. Por último, los altos ejecutivos de Goldman suelen acabar trabajando en el Tesoro (y los del Tesoro con frecuencia se enchufan luego en Goldman).

Cuando se creó la Reserva Federal (banco central estadounidense), se reunieron unos señores importantes para negociar cómo sería la criatura. En esa mesa estaba el hijo del fundador de Goldman. Diseñaron un sistema mediante el cual bancos como Goldman siempre podrían ir a la Reserva Federal y obtener, muy calladitos, el dinero que les hiciera falta. Un siglo después, eso sigue sucediendo: así salvó la  Reserva Federal a Goldman. Entre 2008 y 2009, este banco de inversión fue uno de los principales prestatarios del dinero –un total de 1.2 billones de dólares— que el banco central estadounidense dio al sistema financiero para sacarle las castañas del fuego. Sólo ahora, gracias a que Bloomberg ha llevado hasta la Corte Suprema su batalla para acceder a los detalles de cómo se repartieron esos créditos a interés ínfimo y sin garantías, hemos sabido todo. ¿Qué dio Goldman como garantía? Los papeles basura que estaban en el corazón del problema, es decir casi cero.

Nada hace más daño al sistema capitalista, el más exitoso que haya conocido la humanidad, que la sensación de que el Estado existe para servir a una elite financiera que no compite en el mercado porque tiene la vida garantizada por el resto de la sociedad.” [15]

¿Una Europa alemana?

Explicitar el significado de un proyecto para una sociedad, para un ente colectivo, implica siempre dar cuenta de una gran variedad de ideas distintas. Para muchos franceses en 1951, con el recuerdo todavía fresco de la Segunda Guerra Mundial, la primitiva Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), -que fue el primer embrión del proceso de integración europeo- significó simplemente una forma de controlar a Alemania. Para Robert Schuman (1886-1963), Konrrad Adenauer (1876-1967) y   Alcide De Gasperi (1881-1954), los padres fundadores de la Comunidad Económica Europea, la integración significaba sustituir la guerra por la fraternidad y los conflictos por la cooperación. Quizás mucho intuían que frente al estado continente norteamericano y frente al estado continente soviético la única forma que tenían los estados de Europa Occidental de alcanzar el nuevo umbral de poder consistía en tratar de conformar también un estado continente realizando paulatinamente un proceso de integración que excluyera toda posibilidad de hegemonía por parte de uno de sus miembros. En esa dirección pareció marchar Europa hasta la firma el 7 de febrero de 1992 del Tratado de Maastricht, en la localidad holandesa homónima.

Hemos afirmado como hipótesis que, la Unión Europea en general y Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España en particular sufren una crisis específica que no puede considerarse ni explicarse solamente como una simple consecuencia de la crisis que se originó en los Estados Unidos. Esta crisis específica -realidad que la mayoría de los europeos no quiere reconocer- tiene que ver con el fracaso relativo del proyecto del Euro y con la circunstancia de que la inmensa mayoría de los miembros de la Unión Europea, se han transformado, de hecho, en estados subordinados al estado alemán. [16]

Como acertadamente sostiene el economista Claudio Katz, Alemania, a partir de su reunificación, consiguió, a través de una política de ajuste salarial, acompañada de enormes avances en la productividad, transformase en la gran potencia exportadora de Europa. Luego, la creación del Euro, convirtió a las economías de los otros miembros de la Unión Europea, en mercados prácticamente cautivos para la economía alemana potenciando de esa forma a Alemania como la gran potencia exportadora de Europa. Así, durante los últimos 10 años, al exportar Alemania mucho más de lo que importaba de sus socios – por ejemplo de Grecia, España o Irlanda- se fue creando en el seno de la Unión Europea un gran desequilibrio. Países como Grecia, España e Irlanda, mantuvieron en el transcurso de la última década un déficit comercial “crónico” con Alemania una de cuyas consecuencias fue que comenzaran a endeudarse con la misma Alemania. Se produjo, entonces, una crisis causada por la propia pujanza alemana. Ante esa circunstancia Alemania – sostiene Claudio Katz- “en vez de impulsar al resto de de las economías del euro, lo que hace es imponer un pacto fiscal que implica un ajuste deflacionario de proporciones gigantescas para sostener el euro sobre el sudor, las lágrimas y la vida de los griegos, los irlandeses y de todo los otros pueblos que conforman la periferia europea. Un ajuste descomunal –concluye Katz- por cierto muy superior al que soportan hoy tanto los trabajadores norteamericanos, como los trabajadores japoneses.” [17]

Es en esa misma línea de análisis que afirmamos –junto al pensamiento francés más sólido, representado entre otros por Henri Favre- que Alemania no aceptó con entusiasmo (es lo menos que se puede decir) el abandono del Marco alemán, por el Euro. Fue el precio que tuvo que pagar para que la Union Europea aceptara su reunificación. Pero, como el “Euroland” se quedó como una zona monetaria “imperfecta” (sin convergencia fiscal), el Euro vino a ser, paulatinamente, demasiado fuerte para Italia, España y Francia, y demasiado débil para Alemania, de suerte tal que hoy, Alemania, acumula los excedentes comerciales, los cuales se corresponden con los déficits de sus socios del “Euroland”.  Sin quererlo del todo el gobierno alemán está echando las fundaciones económicas de un IV Reich, arruinando a sus socios. La opinión pública alemana no lo entiende, pero suponemos que la clase política, lo sabe. Por eso no quiere que Alemania salga del “Euroland”.

 

 

(*) Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, obtuvo el Diploma de Estudios Superiores (Maestría) en Relaciones Internacionales, especialización en Historia y Política Internacional, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de Ginebra. Discípulo del politólogo brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré, ha publicado numerosos artículos y libros, entre ellos Argentina Brasil: La gran oportunidad (prólogo de Helio Jaguaribe y epílogo de Alberto Methol Ferré) y La insubordinación fundante: Breve historia de la construcción del poder de las naciones (prólogo de Helio Jaguaribe)., asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC). Actualmente Marcelo Gullo es profesor de la Escuela Superior de Guerra y de la Academia Diplomática Argentina., ISEN (Instituto del Servicio Exterior de la Nación).


[1]. PAZ, Pedro, “Las raíces de la crisis económica internacional: diagnóstico y perspectivas, Revista Integración Latinoamericana, septiembre de 1986.

[2]. La banca privada internacional, afirma Pedro Paz – desempeñó un papel decisivo en las modificaciones del movimiento internacional de capitales, en al década de 1970. “Durante el decenio de 1950 y primera mitad de 1960, su crecimiento era más bien limitado, y sólo a partir de 1965, la banca privada internacional, comienza a operar en el mercado internacional con notable expansión. Entre 1964 y 1982, las operaciones de la gran banca privada se multiplicaron 57 veces. Aun más, cuando a partir de 1973 comienza la fase más aguda de declinación de los niveles de producción y de comercio mundial, sus operaciones siguen la marcha ascendente y hasta 1980, quintuplican su volumen de crédito” Ibíd., p. 21.

[3]. “Para 1979, los créditos de la banca internacional privada se orientaron del siguiente modo: 61, 7% al Tercer Mundo, 22,4% a los países desarrollados, y 10,5% a los países socialistas”. Ibíd., p 21.

[4] Ibíd., p 22.

[5] Ibíd., p 22.

[6] Ibíd., p 22

[7]. “El capitalismo renano -afirma Michel Albert- se caracteriza por tres elementos esenciales, en primer lugar, y desde un nivel macroeconómico, es un capitalismo que lleva consigo la financiación de la protección social, de la seguridad social y de la jubilación, que son financiadas por el erario público, es decir a través de los impuestos. Entonces, la primera diferencia que salta a la vista, entre un capitalismo y otro, es la tasa global de impuestos. En el capitalismo renano, esta tasa es, lógicamente, mucho más elevada, de hecho alcanza un nivel cercano al 40% mientras que, en los Estados Unidos la misma es del 30%. En segundo lugar, en lo que concierne al financiamiento global de la empresa, existe otra diferencia conceptual. En el capitalismo neonorteamericano, las empresas se financian a través de la bolsa, en el mercado. En el capitalismo renano, en cambio, el financiamiento de las empresas es, esencialmente, bancario. Estos conceptos pueden resumirse en la antítesis: ‘la banca contra la bolsa’. En tercer lugar, los dos capitalismos, difieren sustancialmente en su concepción de lo que es una empresa. En la tradición del mundo renano, la empresa es una institución de interés general en tanto concierne el Bien Común y, por lo tanto, debe satisfacer, a la vez, los intereses de los clientes, los intereses de los proveedores y los intereses de los accionistas, pero también los intereses de los banqueros y, sobre todo, los intereses del personal, es decir de los trabajadores. En Alemania, eso se tradujo en una institución muy fuerte, la ‘miltbestimung’: la cogestión. En cambio (para el capitalismo neonorteamericano) una empresa es solo el valor económico de un conjunto de acciones, es el valor de su capitalización bursátil y, en consecuencia, poco importa si usted produce agua mineral o computadoras, poco importa si invierte en Argentina o en China, poco importa si hace aumento de empleos o reducciones, lo único que cuenta es la ‘shareholders value’. Es una concepción ‘absolutista’ de la empresa…Encuentro, sin dudas, que el modelo que mejor aplica la Doctrina Social de la Iglesia es el modelo renano”. ALBERT, Michel, “El otro capitalismo”, entrevista de Marcelo Gullo, Informe de Coyuntura Regional del CEPEA, Rosario, Nª 17, 2002, págs. 10 y 11.

[8]. En su obra “Capitalismo contra Capitalismo” Michel Albert sostiene que, mientras el modelo “neonorteamericano”, está basado en el éxito individual, el beneficio económico a corto plazo y su publicitación, el modelo renano – propio de Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda y Luxemburgo – valora el éxito colectivo, el consenso y la preocupación por el largo plazo. El primero, afirma Michel Albert, es más seductor, el segundo más eficiente. Luego de la desaparición del comunismo, afirma Michel Albert, se desató, entre el capitalismo “neonorteamericano” y el capitalismo “renano” una guerra subterránea, violenta e implacable, pero amortiguada e incluso hipócrita, como lo son, en una misma Iglesia, todas las guerras entre bastidores. Una guerra entre hermanos enemigos, armados de dos modelos surgidos de un mismo sistema, portadores de dos lógicas antagónicas del capitalismo. Y quizás, incluso, de dos sistemas de valores opuestos sobre el lugar del hombre en la empresa, el lugar del mercado en la sociedad y el papel del orden legal, en la economía internacional.” Del resultado de esa guerra, afirma dramáticamente Michel Albert en su obra “Capitalismo contra Capitalismo”, publicada en París en el año 1991, “depende nuestro futuro: desde la educación de nuestros hijos, hasta el seguro de enfermedad de nuestros padres, pasando por el agravamiento de la pobreza en las sociedades desarrolladas, las políticas de inmigración, nuestros salarios, nuestros ahorros y nuestros impuestos.” Hoy, 21 años después de que Michel Albert publicara su obra, “Capitalismo contra Capitalismo”, podemos afirmar que esa guerra enunciada y descripta oportunamente por Michel Albert, está llegando a su fin, o quizás ya haya terminado, con la rendición incondicional del capitalismo renano, es decir con la rendición incondicional de Europa, frente a los Estados Unidos de Norteamérica. Para profundizar las características distintivas del capitalismo renano ver: ALBERT, Michel, Capitalismo contre Capitalismo, Paris, Ed. du Seuil, 1991.

[9]. Esta subordinación del estado al capital financiero internacional y su ideología, el neoliberalismo, es la que ha provocado que, en la Unión Europea, la brecha entre ricos y pobres sea actualmente la más importante de los últimos 30 años. Así, los ingresos del 10% más rico de la población, son casi nueve veces superiores al del 10% más pobre. Según los informes elaborados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), incluso en países de tradición igualitaria como Dinamarca, Suecia y Alemania, el ingreso del 10 % más rico de la población, que era cinco veces superior a los del 10 % más pobre de la población en los años ´80 es, hoy, 6 veces superior. La OCDE, constató un incremento generalizado de las desigualdades entre los que logran más ingresos anuales y los que menos obtienen en todos los países miembros de la Unión Europea. En el caso de Italia y el Reino Unido de Gran Bretaña, esta diferencia es de 10 a 1. Ciertamente la desigualdad ha aumentado en todos los países miembros de la OCDE. En los Estados Unidos, por ejemplo, la diferencia es de 14 a 1.           “Los estudios de realizados -afirma Ángel Gurría secretario general de la OCDE- echan por tierra la hipótesis de que los beneficios del crecimiento económico repercuten automáticamente sobre los más desfavorecidos. Sin una estrategia integral para el crecimiento la desigualdad seguirá aumentando”. Clarín, Bs. As., 6 de diciembre, 2011, p. 21.

[10]. Clarín, “Por la crisis, el mercado llega al poder político”, 22 de diciembre de 2011, p. 57.

[11]. Ibíd., p. 57.

[12]. Ibíd., p. 57.

[13] En un interesante y agudo artículo titulado “Goldman Sachs gobierna España”, Marcos Roitman Rosemmann, realiza un sintético análisis histórico del proceso a través del cual el capital financiero internacional consiguió conducir los destinos de España. Es en tal sentido que Marcos Roitman afirma: “A poco de andar el siglo XXI, las pistas son esclarecedoras. Ya nadie se llama a engaño. La crisis ha sido una buena excusa para desarticular el pobre Estado de bienestar que acompañó el llamado milagro español, que –todo hay que decirlo–, era más paternalista que afincado en políticas keynesianas de redistribución de la renta y pleno empleo. Su origen lo encontramos en los gobiernos tecnócratas, conocidos popularmente como gobiernos del Opus Dei”

Esos mismos tecnócratas conformaran una nueva camada del franquismo que a la muerte del dictador producida en 1975, darán vida a la reforma política. El capital financiero e industrial brindó, entonces, “su apoyo y financió la aventura política, en esa época agrupados en la Trilateral…..Los gobiernos de Adolfo Suárez contaron con sus parabienes”. Cuando ganó el PSOE, en octubre de 1982 “ se renunció a la reforma agraria tanto como a una restructuración del sistema universitario y educacional, cuestión que sigue pendiente en pleno siglo XXI y, lo más destacado, se dio el visto bueno a la OTAN y la CEE”.

Importa destacar que tras la caída de Adolfo Suárez se disolvió la Unión de Centro Democrático y se formó el Partido Popular, en el que se agruparon tanto los socialcristianos, los democristianos, los liberales conservadores como los viejos franquistas y hasta algunos falangistas. “Tras años en la oposición, el mal hacer de los últimos gobiernos de Felipe González y el PSOE, con los escándalos financieros, los GAL y la corrupción, facilitó su llegada al gobierno de la nación; corría el año 1996. José María Aznar, político gris, se transformaría en el primer presidente de gobierno de la derecha posfranquista. Su llegada no alteró el itinerario diseñado por los grupos económicos y empresariales. Todo marchaba según lo previsto. Los cambios introducidos estaban a tono con los tiempos. Privatizaciones, desregulación y reforma del mercado laboral. La profundización de la receta neoliberal, impulsada en tiempos del PSOE, supuso un aumento de la conflictividad social y varias huelgas generales. Pero nada debutó la máquina. Haciendo oídos sordos, los políticos continuaron el itinerario marcado por el capital financiero, cuyo costo fue el recorte de derechos sociales, políticos y económicos de las clases trabajadoras”.

Por entonces las reformas neoliberales se justificaban falazmente delante de la opinión pública como inexorablemente necesarias para no perder el tren del progreso. “Aznar se vanagloriaba de ser el alumno más listo de la clase, cumplía a rajatabla los designios del G-7, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Los empresarios, contentos, y la clase política obtenía matrículas de honor. Nadie se planteó quién era el profesor y cuál el plan de estudio. Aznar, alumno modelo, no formaba parte del claustro de profesores. Ni sus deseos de figurar y sentirse protagonista durante la segunda guerra del Golfo cambiaron su estatus; siguió siendo un alumno sumiso. Al final de su etapa, la burbuja financiera e inmobiliaria que sostenía la endeble economía española campaba a sus anchas. Crecía sin oposición alguna. La banca Sachs se frotaba las manos. Con la entrada de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2004, las grandes empresas trasnacionales, clientes de Goldman Sachs, terminan por actuar bajo sus principios. En Estados Unidos Goldman Sachs ya gobernaba. La crisis la hizo más grande. En medio de la algarabía de las hipotecas basura y las primas de riesgo, pasaron a la ofensiva. Era el momento de invertir la relación entre poder económico y el político. Ahora serían ellos quienes asumieran directamente el poder formal. Sus asesores y empleados pasarían a ser secretarios de gobierno, ministros, diputados, etcétera.

Los parlamentos se transforman en comparsas y bailan a ritmo de Telefónica, Repsol, Iberdrola, BBVA, Santander y su valedor Goldman Sachs. Nada más comenzar la recesión en España comenzaron a dar órdenes a un gobierno débil y sin personalidad. Las reformas laboral y de pensiones, junto al despido libre y el trabajo basura se imponen sin rechistar. El triunfo del Partido Popular encumbra a un partido dependiente del Banco Central Europeo y la dupla Merkel, Sarkozy a Mariano Rajoy, otro alumno modélico, como inquilino de La Moncloa. Y para que no queden dudas de quién gobierna en España, nombrará a un asesor de Goldman Sachs como ministro de Economía.”

ROITMAN ROSEMMAN, Marcos, “Goldman Sachs gobierna España” Patria Grande, Año 5 Numero 46 Mes: Enero 2012. http://www.patriagrande.org.bo/archivos/revista2numero46enero2012/goldmansachs.pdf.

[14]Luis de Guindos, de 51 años, presenta un extenso currículum que le asegura a los “mercados” es decir al poder financiero internacional, su total confianza a tal punto que sobrevivió a la quiebra de Lehman Brothers, del que fue presidente para España y Portugal. Importa destacar que Luis de Guindos dirigió la sociedad de consultores financieros AB Asesores antes de desembarcar en el Gobierno de José María Aznar. Por aquel entonces, cumplió diversas tareas en el Ministerio de Finanzas, donde fue escalando posiciones hasta convertirse en secretario de Estado de Economía entre 2002 y 2004. De Guindos se hizo prestigio desde muy joven dentro del partido conservador. Tenía apenas 36 años cuando dio sus primeros pasos en la gestión Aznar y consiguió las recomendaciones del entonces ministro de Economía Rodrigo Rato para ocupar lugares importantes en la toma de decisiones. Tras la llegada de los socialistas al poder, volvió al sector privado. Fue en ese momento cuando trabajó para Lehman Brothers. En 2008 pasó a Nomura Securities, que se había hecho cargo de los activos europeos del banco en quiebra. Antes de asumir como ministro de Economía se desempeño como director del Centro del Sector Financiero, un organismo de estudios creado por PriceWaterhouseCoopers (PwC) y el IE Business School de Madrid. También forma parte del consejo de administración del productor de electricidad Endesa, filial del grupo italiano Enel.

[15]. VARGAS LLOSA, ÁLVARO: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/hilo-de-ariadna/2011/09/30/si-goldman-sachs-gobierna-el-mundo.html

[16] La discusión sobre si la elite de conducción alemana quiso luego de la reunificación convertir a Alemania en la potencia hegemónica de Europa o si esa situación fue una consecuencia imprevista es hoy una discusión abierta. Al respecto Timothy Garton Ash -catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford- sostiene que: (Alemania) “debido a la crisis de la eurozona, se encuentra, sin querer, en el centro de una Europa alemana. Nadie puede tener la menor duda de que Alemania es la que manda en la eurozona. La razón de que tengamos un tratado sobre el pacto fiscal aprobado por 25 Estados miembros de la UE es que Berlín lo ha querido… Alemania no quería ese puesto. Estamos ante un ejemplo perfecto de la ley de las consecuencias imprevistas. Los líderes alemanes, desde Helmut Schmidt hasta Helmut Kohl, habían previsto impulsar el proyecto europeo a través de una unión monetaria europea, pero fue la Francia de François Mitterrand la que insistió en  comprometer a Alemania. Los historiadores pueden discutir sobre en qué medida el compromiso incluido en el tratado de Maastricht fue un rotundo quid pro quo a cambio del apoyo francés a la unificación alemana, pero hay dos cosas indudables. Las dos orillas del Rin estuvieron de acuerdo en que este era un factor importante para lograr que una Alemania recién unificada se sintiera atada a una Europa más unida, en la que Francia seguiría desempeñando un papel —el papel— dirigente. Y muchos alemanes pensaron que renunciar a su precioso marco era el precio económico que debían pagar por un bien político más amplio. Es precisamente la unión monetaria la que ha colocado a Alemania en el asiento del conductor y ha relegado a Francia al del copiloto

Veinte años después de Maastricht, vemos que ha ocurrido todo lo contrario. En el plano económico, el euro acabó siendo una cosa muy positiva para Alemania. En el plano político, es precisamente la unión monetaria la que ha colocado a Alemania en el asiento del conductor y ha relegado a Francia al del copiloto. Hasta ahora, Alemania está resultando un conductor reacio, nervioso y no demasiado habilidoso. Por muchos motivos. Uno de ellos es que no quería conducir. Otro es la sospecha de que todos los que van en el coche quieren que Alemania pague la gasolina, la comida y probablemente también el hotel.

ASH, Timothy Garton Ash, “Una Alemania europea en una Europa Alemana”, El País, 13 de febrero 2012. http://elpais.com/elpais/2012/02/10/opinion/1328876829_271979.html

[17]. KATZ, Claudio, “Existe un consenso de todas las clases dominantes del mundo para enfrentar la crisis con mayores atropellos a los trabajadores”, http://www.argenpress.info/2012/01/claudio-katz-existe-un-consenso-de.html.

 Publicado: http://mundorama.net/2013/10/17/las-razones-de-la-crisis-del-proyecto-europeo-por-marcelo-gullo/